PERRA: -Querida mía, yo he visto mucho mundo, y del animal que me he formado la peor opinión es del hombre; lo considero como el más despreciable, esclavo e infeliz de todos los que existen. Te digo esto para que te precavas de él en lo que puedas.
PERRA: -Tú, Mona, como eres muy joven aún y no has vivido cerca de él, no lo conoces; pero yo, ¡yo sí que lo conozco! He nacido cerca del hombre; me he educado y he vivido siempre con él. Conozco más hombres que perros. Y, té lo repito amiga Mona: mientras más los conozco, más profundamente los desprecio; es un ser miserable, vil, hipócrita...
Entre los hombres, casi no hay uno bueno; al revés de lo que pasa en nuestra familia, donde en cada perro, puede decirse, estamos seguros de encontrar un buen amigo... Es cierto que algunos ladran... pero, no pasan en general de ladridos…
¡Cuánto más vale un buen perro! Y, por si dudas de lo que te digo, pon cuidado de aquí en adelante: no tardarás mucho en oír, de la propia boca de más de algún hombre desengañado de sus semejantes, que sólo en la amistad de su fiel perro cree ...
MONA: -Pues, señora, por más que usted me diga, a mí los hombres me causan admiración profunda, y ardo en deseos de mezclarme con ellos y de imitarlos en todo; si pudiera, me vestiría como esas elegantes señoritas que se acercan a mirarme algunas veces, cuando, aburrida de no tener qué hacer, hago lo único que puedo, esto es, saltar de palo en palo dentro de mi jaula, cogerme la cola y darme vueltas y más vueltas, que no conducen en definitiva a nada: sí, me vestiría como ellas y estoy segura de que yo me vería como ellas!... aunque he oído decir que aunque se vista de seda la mona, mona se queda"…
¡Mentira!
Además, la vida entre monos se me hace cada día más insufrible; todo se vuelve un imitarse sin fin, los unos a los otros, y, como Usted comprenderá, así no puede haber nunca nada de nuevo.
Yo me reconozco como superior en mi raza, y quisiera ver mundo como Usted, porque, me parece, yo concluiría por hallar bondad y alegría en todo, al revés de Ud. ¡Ay, Dios mío, por qué mona yo nací!
PERRA: -Eso lo dices, hija, porque tú ves las cosas por su lado exterior; vez el lado dorado. ¡Ay, amiga Mona, vergüenza da decirlo, el hombre no es sólo lo que aparenta ser! Su exterior, adaptado para las circunstancias puede ser muy elegante y limpio, que eso es lo único que te llama la atención en ellos; pero, lo que pasa en su interior, créeme, es de lo más bajo, y por eso él pone tanto empeño en ocultarlo bien, de manera que los incautos, como tú, no ven más que lo de fuera.
MONA: -Lo que a mí me admira más es ver la facilidad con que el animal-hombres se atavía, llevando el cuerpo lleno de vestidos, adornos y galas de toda especie. No sabe Ud. señora cuánto daría yo por ataviarme de ese modo. Si yo pudiera hacerlo, estoy segura de que sería la mona más mona, y que, en la familia a que pertenezco, sería elegida reina por unanimidad o aclamación!...
¿No lo cree Ud. así, señora Perra?
PERRA: -Hija, lástima me da ver lo liviana de cascos que eres, y, aunque ganas me dan de no seguir aconsejándote lo haré, sin embargo, para que no me olvides.
Ese mismo empeño que el hombre pone en adornarse con tanto esmero, demuestra claramente lo despreciable que es en sí mismo, y óyeme bien, y aprovecha, si es que quieres ser de veras una mona distinguida y juiciosa:
El hombre nace desnudo, como todos nosotros, pero, tan pronto no ve la luz, cuando ya lo envuelven bien y lo atienden en todo, pues, este ser, no puede andar ni valerse en nada por sí mismo, excepto chupar, si le dan la teta, dormir, dar gritos y hacer otras cosillas naturales...
Como ves, ésta es una gran prueba de inferioridad. Entre los demás animales, como tú sabes, cuando se nace, se necesita el calor, el alimento y el cuidado de la madre únicamente. No comprendo por qué no ha de bastar al hombre el cuero con que nace... es cierto que lo tiene algo delgado pero, yo creo que si lo dejaran al aire, se les endurecería y , además, les crecería el pelo y les abrigaría bastante.
¿No ves una especie de cobardía, querida Mona, en eso de no atreverse ninguno a llevar simplemente lo que Dios les ha dado? Lo que es yo, estoy orgullosa de mi fina y lustrosa piel, y jamás he consentido que mis amas (y conste que todas han sido buenas) me pusieran capas, con pretexto de abrigarme para que no me resfriara; ¡eso queda para ellas! yo estoy bien con mi hermosa piel.
MONA -Es verdad, señora, que Ud. es muy bella y fina; pero, eso de ser siempre la misma y del mismo color, cansa al fin; es muy monótono, muy aburridor, particularmente para una joven de viva imaginación como yo. Los hombres, y sobre todo, las hembras, se ponen hermosos y pintorescos trajes, los cuales les hacen verse más o menos bellos o atrayentes, según se adornen.
PERRA: -Veo que no nos entenderemos jamás; tú sigues invariablemente el mismo tema. Parece que lo que te digo no hace más que avivar tu curiosidad; por eso, poco más voy a decirte.
¿No comprendes hija, que el hombre es, por lo mismo que tanto se cubre, el animal más feo de la creación? Todos son iguales, excepto pequeñísimas variaciones de color y fisonomía que yo no distingo muy bien; pues, para conocer a cada hombre me basta mi fino olfato, cosa que ellos mismos reconocen tener menos desarrollado que nosotros. En cambio, entre nuestra familia perruna nos distinguimos a grandes rasgos, y no pequeños como en el hombre; el cual cifra toda su hermosura en si la nariz o cualquiera otra facción es más o menos grande, pequeña o bien formada. Además los hombres, vistos de lejos, son todos casi iguales.,.mientras que los perros, aun de lejos se ven distintos en tamaños y colores, y aun, sus pieles son lanudas, lisas o peladas.
Y por último, amiga Mona; te repito que el hombre es inferior a los demás animales y el más infeliz que ellos; puesto que necesita de otros hombres, de todos los animales y aun, de todas las cosas, hasta de las que no existen, ya que estas, las idea constantemente, y no queda satisfecho tampoco, hasta que no las inventa!
MONA: -Señora perra, con todo respeto le digo que lo que Ud. me ha dicho respecto a los hombres, será muy verdadero, sin duda; sin embargo, yo deseo conocerlos por mi misma ...y por eso no hablemos más, y ¡adiós!, como dicen ellos cuando se despiden.
PERRA:(Aparte).-Esta mona tal vez sea feliz, porque, después de todo, se parece bastante al hombre, y, a no ser por la cola... pero, puede tanto la maña con que se arreglan las hembras!...
Ahora recuerdo que, entre lo que he oído a personas que pasan por sabias, está lo de que el hombre viene del mono… así debe de ser; lo que es del perro, ¡eso si que no!
Lucía Vanini Silva
Granja Santa Fresia
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